No es que no te quiera, sino que así es imposible seguir queriendo. Se dijo Alan Nal mientras miraba un punto apagado en la pantalla. Es que te quiero, pero tal vez exista un límite para querer más, o menos, una frontera que cerca y reúne miedos, a semejanza de una isla en el mar. ¿Sabes lo que significa un nudo en la garganta desde el amanecer mismo hasta que la noche se hace amanecer otra vez? Se pregunta Alan Nal mirándose en el reflejo de una cuchara. ¿Conoces a las arrugas del tedio y la tristeza? No seré yo quien te presente tal cicatriz. Te quiero porque la historia de uno se une de gentes, y porque apenas dos eslabones ya hacen cadena. Pero no es que no te quiera. No sabría explicar. Se dijo Alan Nal mirando por el agujero de la puerta de entrada a la casa. No salió al fin. Retrocedió tras sus pasos y quedó sentado en el sofá como solía hacer siempre, enfundado en la oscuridad total y el silencio. Lo único que sé es que hay barcos que se hunden porque hay tablas que alguien quita. Y nadar no es lo mío. Quiero vivir de las historias de la gente como si fuese una bacteria. Pero necesito oxígeno, que es igual a decir que aún te quiero no sé cómo. Así que aliméntame o me perderás de forma anaerobia y triste. Se dijo Alan Nal hundido entre los cojines. Los hombres también saben apreciar flores que merecen. Y me gustaría que no sonase a utopía.