Alan Nal terminó por sentarse en el sofá, inmóvil, como un cojín. Tenía los ojos rojos como sangre de toro. La cara desencajada como cajón abierto de bisutería. Y el ánimo… el alma… ¡Dios! A veces cuando las campanas del Pilar caen sobre la ...
Hacía tanto calor que la ciudad se mostraba ante tus ojos como un espejismo. Querías refugiarte dentro de una lata de cerveza, pero no había cerveza, ni latas. Tan solo una botella de ron que usaste luego como paloma con papel tragado. Un S.O.S. en el ...