La Lenin (1)
Podían existir a la vez cerca de 4000 alumnos divididos en 6 Unidades con sus respectivos comedores, plazas de reunión, albergues y aulas. Todas con sus direcciones estudiantiles. A nivel de escuela general había un gimnasio, cafetería, fábrica de pilas o de radio, hectáreas para siembra de cítricos y hortalizas, pista de atletismo y piscina.
No tengo ni idea de dónde Fidel sacó la teoría de “estudio y trabajo”, el caso es que lo llevó a la práctica de la forma más categórica. En la Lenin los propios estudiantes limpiaban la escuela de arriba a abajo, de izquierda a derecha, por todos lados veías a los alumnos limpiando aquellos pasillos inmensos semejantes a pistas para aviones, además de hacer guardias por las noches de forma esporádica. Y encima limpiar los propios albergues de los alumnos, rotativamente. Esto era lo peor, higiénicamente hablando. Tener que limpiar aquellos baños de mierda rebosantes y tupidos la mayoría, y las duchas con un sarro negro en las uniones de los azulejos que daba grima ducharse, porque limpios, lo que se dice limpios, no llegaban a estar.
Una o dos veces por semana había sesiones de trabajo dónde los alumnos trabajaban en la fábrica de pilas, o sembraban hortalizas en el huerto, o servían y fregaban bandejas de aluminio en los comedores de los estudiantes, cortaban, con machete, las malas hierbas de los campos de naranjos… De esto último tengo muy malos recuerdos porque con 12 años ir al campo a cortar hierbas con un machete de empuñadura plástica que mi mano casi no podía asir, era del carajo. Ahí fue cuando tuve mis primeras ampollas y mis primeros callos. Los trabajos eran rotativos, por lo que, si al final había que trabajar, era preferible trabajar en el comedor limpiando bandejas, o servir comida.
Al principio la comida no era mala si pensamos que había yogurt, pan abundante, carne, pescado, frijoles, arroz, leche, pero la calidad no era buena, pienso que se cocinaba a “matacaballo” a “noimporta” a “daigual”. De esta forma bien te podías encontrar unas piedras inmensas en el arroz capaces de romper muelas, o sacar los granos amarillos duros aún en su vaina que les llamábamos “machos”. Si daban pescado sería el pescado más espinoso del mundo, que cuando terminabas de sacar las espinas ya no tenías hambre. Hubo un tiempo en que la cogieron con dar tiburón. Y un tiburón no muy limpio sabe a puro meao, amoníaco en el estado más vil. Pero comíamos que era lo importante. La adolescencia en alimentación es una máquina traganíquel. Pero también había cierta hambre. De otro modo no se puede explicar que los domingos cuando llegábamos a la escuela lo hacíamos cargados de comida – suponíamos – para toda la semana, pero nos atragantábamos el mismo domingo por miedo a que otros nos robasen la comida mientras durmiéramos. También habían alumnos que robaban en los almacenes de comida y en los comedores de la escuela. Los más atrevidos, los que no tenían nada que perder, se organizaban en pandillas nocturnas para atracar los comedores, luego el botín de pan, yogurt, jamonada (falso jamón o de origen impredecible), se repartía en el albergue. Comí de esto alguna que otra vez pero nunca robé porque yo sí tenía mucho que perder.
Cada alumno tenía un tarjeta de disciplina que se iría llenando según las indisciplinas que uno cometiese. Cuando se llegaba a un cupo de indisciplinas te quitaban el “pase” y podías empalmar en la escuela 15 días seguidos. Con actos tan grave como “robar comida” te podían expulsar de la escuela. Hubo profesores que subidos al carro que da el poder escribieron en estas tarjetas disciplinarias cosas tan ridículas como que alguien iba corriendo por el pasillo, o que no cumplía con la fidelidad del uniforme: pantalón azul oscuro ancho, camisa celeste con distintivo rojo en el hombre derecho, las niñas, saya azul oscuro ancha, medias blancas hasta las rodillas, camisa celeste con distintivo rojo en el hombro derecho. La uniformidad. El país entero uniformado, por edades, por color de escuela, por color de años de educación, la simplicidad de analizar a cualquiera con solo ver su uniforme, una herramienta más de control, una forma más de recordar que gracias a la revolución la gente se viste.
Continúa en otro post…
La Lenin (3)

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