Era 1996. Hacía calor, y yo estaba con una mujer Violeta, haciendo la cola interminable del Coppelia, para unas pocas bolas de helado del mismo color, del mismo sabor, huecas… Cuando vinieron ellos.
Era una pareja extranjera, alta y blanca, de narices y orejas grandes, que se pusieron detrás de nosotros en la cola, desconociendo ellos que estaban en la cola equivocada, sabiendo yo que nosotros sí estábamos en la cola correcta que nos correspondía, la de moneda nacional, la que sin poder elegir nos estaba predestinada.
Luego nos tocó el turno, la hora,