Historias moribundas de Alan Nal Alan Nal terminó por sentarse en el sofá, inmóvil, como un cojín. Tenía los ojos rojos como sangre de toro. La cara desencajada como cajón abierto de bisutería. Y el ánimo… el alma… ¡Dios! A veces cuando las campanas del Pilar caen sobre la ... marzo 20, 2012 A.Cabrera