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III Cuerpos animados

Viento de invierno en las rendijas del cuerpo, abrigado ya entre mantas y edredones de plumas artificiales. Abajo en la calle las hojas del otoño retozan en el asfalto haciendo oír sus cuerpos rígidos y estratificados. También se oye al viento doblar la esquina en esos prontos súbitos de mal genio, con protagonismo absoluto por encima de las gatas de la noche que hoy no jadean, ni el perro pastor que a lo lejos retumba en la noche como si tal cueva. Pero hoy no, solo se siente al cuerpo del viento. No obstante, el aire frío se siente puro y oxigenado por cierta ligereza física que nos abraza, y nosotros abrazados y a distancia, untados de cierta nostalgia y ciertos masajes de crema rica que huele bien. Cuerpos ciertos, y enteros. Parece que todo se define en lo que somos según el espacio que ocupamos o que desplazamos, vasijas ambulantes de nuestros sentimientos. Es bello. Saber que somos, y estamos, es hermoso. ¿Lo oyes? Es el viento. La cortina del cuarto ondea como una bandera en alguna guerra perdida a la vez que hoy no escucho tren alguno con sus cuerpos pesados de metal y quién sabe qué más en sus tripas oscuras y oxidadas. Mañana será otro día, y aquí estará mi cuerpo como un pasajero de aire sentado en tu estación.

ALANNAL12112024

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