Foto:a.c.rey.
El abuelo observaba los montes del Frago un día gris de otoño. Aún podía caminar y disfrutar del aire puro del campo. Desde entonces, no.
El tiempo no se detiene, y como una maquinilla de moler carne tritura a la vida misma. Ahora los paisajes son los del salón. Una pared. Una tele. Un libro. Y los adornos de una vida entera ordenados de mayor a menor, en el tiempo, en una estantería. Ahora los paseos son del sofá al sillón. Del sillón al baño. Y del baño al sofá.
¿Qué podría llegar a ser de nosotros? El tiempo es cruel.

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