Conversamos de lo lindo y de lo feo, en el fin del mundo,
dónde los grillos no cantan porque no hay nadie.
Allí la palabra se hizo corpórea y se untó en la piel
como mantequilla. Conversamos del amor.
Dijiste levantar una pared azul tatuada con el A50 en la espalda
para no pillarme maldito y no socavar tu níveo mundo en tormentas relampagueantes.
Levantar un firewall para que mis datos se corrompan,
y quedarme así por siempre en un pen, en un bolsillo, en un pantalón,
en un armario ahorcado por corbatas. Todo porque al amor es mejor dejarlo
tranquilo. O más bien,
porque sufrir es humano y triste.
Dije: no lo sé.
No puedo evitar ser yo y menos cuando el fin del mundo parece dulce.
Cómo no decir lo que siento, menos cuando te miro a los ojos,
y cuando miro me desarmo.
Cómo no decir: aquí estoy, completamente indefenso, frágil,
como un grillo que no canta
porque no hay nadie en el fin del mundo.
Si la vida es una pared azul con el A50 a fuego como las reses,
quiero vivirla, trepar la pared, saltarme el firewall.
Pero necesito tu contraseña.
ACabrera 06/21