Nunca hubiera imaginado que tomar un café pudiera ser un acto de nostalgia azucarado y moreno, entre bastidores de un bar al azar, atmósfera controlada para cuerpos en expansión, conversar y conversar lo que nadie entiende como otro idioma, símbolos que flotan en el aire, tu oro que relumbra, verde vida cristalino, distancia en la que gravito.
Echar de menos por ejemplo tu lengua sensual en el cristal de mis ojos como un limpiaparabrisas y reírnos de ello.
El paraíso entonces es un invento necesario, cuando te huelo como salvaje entre sables extintos, miro a tu luz y devoro tu alma en la calma total de Mozart o Bach.
Mientras la vida para el resto, es eso, lo que nos sobra. Al final, oasis hay pocos.
ALANNAL20112024