No fue una boda, pero sí un momento cargado de significado. Una pedida de mano en El Cónclave, Zaragoza. Un espacio reservado, sobrio, donde cada detalle hablaba de cuidado y discreción.
Los novios, muy jóvenes, rodeados solo por sus familias y algunos amigos cercanos. Un círculo íntimo, elegante, donde lo importante no era el ruido, sino la conexión. Las fotos reflejan eso: abrazos sinceros, conversaciones entre generaciones, risas que llenaban el espacio sin necesidad de artificios.
El entorno no pedía grandes gestos creativos, pero sí atención a lo esencial. Y eso fue lo que capturé: la emoción contenida, el gesto cálido, la celebración de lo que está por venir.
Una noche tranquila, privada, donde el compromiso se selló entre copas, confidencias y miradas que dicen más que las palabras.