Escenario A
El emigrante X, sin nombre y con número infinito, no supo qué inventar para burlar la policía fronteriza de Melilla con destino a España. El recurso explotado del contenedor hacinado como emigrante, era cursi. El recurso de viajar debajo de los camiones como un eje más, también. Había que innovar. Emigración I+D+i, etiqueta identificativa que significa que eres más listo que los demás, no que cobres más, pero al emigrante X esto no le importa. Lo que le preocupaba era su entrenamiento de asiento de camión. Largas horas sentadito y sin decir al compañero que se le sentó encima, ¡cuidado que voy al baño! En fin, no dejes de ver la nueva obra en el teatro de los emigrantes «El asiento humano».
Escenario B
Bienvenidos a un nuevo episodio del Ecce Homo. El listón de la calidad y la sorpresa está muy caro. Cecilia se adelantó al futuro vanguardista de la restauración eclesiástica. Ya nadie podrá aproximarse a tamaña hazaña pictórica. Lo sabemos. Ecce Homo quedó técnicamente, sonoramente, apabullantemente, cómico, desinhibido, melancólico y feliz, con cara de placer, que no de póker, soberbio. Las intenciones son las que son. Y la obra maestra, también.
Escenario C
Sucede que algo es general porque sucede una vez. No es ilusión. Y cómo sucede una vez, se cuenta. Y como se cuenta, y se vuelve a contar, es general. Por eso los friquis o raftas, personas de una libertad exuberante, son, en el ideario colectivo, personas al margen de la ley, libres a más no poder, descaradamente inasibles, y siempre, o generalmente, bien acompañados de grandes perros, muy libres también. Es por eso que según la superlibertad que otorga una cresta, ropa ajada, y un pendiente del ancho de un dedo, semejante perro cagó en la Puerta del Carmen de Zaragoza un descomunal trofeo al patrimonio de la ciudad. La gente protestó arrojando una libertad limpia y pulcra, pero allí quedó el presente cierto del ideario colectivo.