A estas alturas, el miedo provocado por el terrorrismo yihadista en París va camino de una metamorfosis de Guerra Mundial, según el Papa, pero es más que evidente.
El Estado Islámico es el Diablo. Y el diablo se alimenta del miedo y el terror. Un periódico en español cuenta abiertamente cómo partes de un cerebro cayeron en las gafas de una chica en los atentados de París. Eso es terror. Y sensacionalismo, por muy verídica que sea la escena.
El vídeo de la huída en la sala Bataclan es tremendo. Pero gracias a una lógica periodística, no lo pensó dos veces un periodista de Le Monde, para con su móvil grabar lo que pasaba. Gracias a eso la humanidad tiene un material de primera que demuestra hasta qué punto la crueldad y la estupidez se instalan en ciertos asesinos ideológicos y religiosos.
Si alguien tiene aún alguna duda, el Estado Islámico quiere retroceder siglos de evolución tecnológica y cultural, bajo el nombre de un Dios, que debe ser muy grande, para matar con saña en su nombre.
La crueldad del Estado Islámico es comparable a las soluciones bárbaras de la Edad Media, o mucho antes cuando los Vikingos resolvían sus pugnas abriendo cabezas.
Un hecho tristísimo como este es una máquina de producir noticias de todo tipo. Gracias a Internet se diseminan viralmente y tenemos acceso a ellas en tiempo real.
Erradicar el mal parece cosa imposible en esta Humanidad que nos toca vivir. Erradicar la destrucción, los integrismos, la miseria, el hambre… Todos ellos, el caldo de cultivo para el Diablo.