Alan Nal/ExTwitter

Naturalmente hacía calor, bochorno, diríamos. Pero una suave brisa refrescante entraba por el cristal entornado. La ventana era un holograma de luz cegadora.

Las cigüeñas se acurrucaban en su nido eléctrico mientras tanto, ciegas de cariño. Las casas a lo lejos quedaban a lo lejos y en sus casas.

Pues toda la luz del mundo tragué como túnel, y feliz.

El trasero del mundo es una pelota sexy con la que jugaría a pesar del regaño de Serrat.

Te amaré en cámara lenta y hacia atrás. Veremos pasar las motas de polvo en el contraluz de la luz del día, esa que parece Dios asomado a la ventana. El mundo exterior quedará exterior, y al revés.

Nadaba y sudaba en una proporción cuarto menguante. El deporte era su vida misma. El amor unas zapatilla de correr, con la lengua afuera.

Alan Nal estaba en su oficina, tumbado como al sol, quemando sus retinas con la pantalla del ordenador. La hoja en blanco un desafío tamaño A4. Las redes sociales seguían su rumbo hacia ninguna parte, y Alan sólo hacía clicks. El cursor le guiñaba un ojo de vez en cuando.

Putin pudín, China chana, Cuba cubo, Nicaragua aguas, Venezuela en la suela, Korea corea, Irán no van, dictaduras y dictadores que hacen mal a la humanidad. Pudín en un cubo de agua, suelas que no van, y corean como las gallinas. Ku ko ka.

Hace 20 años bailaba como los ángeles. La tomé al vuelo y bailamos juntos. Era un bar chiquito que olía a juventud, a hormonas deshidratadas de alcohol. La música sirvió de cola, el pegamento de los carpinteros. Hoy tenemos un tocador vintage, y una mesa variopinta.