Es una opción. Para quién aborrece el villancico público y global de las masas ardientes de Felicidad irremediable: “quedarse en casa y leer una página cualquiera de cualquier libro”, solos, completamente solos.
Más que una opción, puede ser la diferencia entre ser del “montón”, o escapar con una identidad propia, ajena al bullicio de los centros comerciales, y las obligaciones impuestas por una sociedad consumista como nunca existió antes. La crisis es un juguete, pero no la regala papá Noel.
Es el momento de acordarse de la mecánica de la vida. Para unos, y para otros. Al fin y al cabo, existe en esta vida una inercia que desprecia a los flecos rebeldes de la cabellera, los cuerpos sombríos de la contracorriente. Es por eso que si paras, puedes ver cosas que no gustan, o te gusten. Es el momento. Mañana dicen Él ya habrá nacido.
“Los tuyos”, dicen también. No son más que los nuestros, el magnetismo de la tradición. La oportunidad de reencontrar, conocer, reconocer. Como cristal empañado por la lluvia, del cielo. Oportunidad para desempañar. Amar como nadie espera. Tal vez.
¡Feliz confesada Navidad! Y Amén.