Una pareja que ya ha vivido muchas estaciones juntos, celebrando su amor en una noche especial. El Hotel Nacional de Zaragoza se vistió de luces, guirnaldas y copas tintineantes para recibirlos. Era Navidad, y todo brillaba con ese encanto que solo diciembre sabe dar.
La cena fue íntima, la decoración navideña envolvía cada rincón con calidez, y la fiesta de cóctel fue el broche perfecto: risas suaves, miradas cómplices, y una atmósfera que hablaba de historia compartida.
No fue una boda ruidosa ni multitudinaria. Fue una celebración serena, elegante, donde cada detalle contaba. Fotografiarles fue como capturar la esencia de un amor maduro: sin artificios, sin prisas, lleno de verdad.