Primero que todo. Primero que nada. Más primero que primero que todo y que nada. Gracias a mis queridos amigos blogueros que sé que han preguntado por mí o se han interesado por mi existencia, de paso, mi melancólica existencia, del último mes y algunos días.

Justo este tiempo pasado Aguaya y yo nos preparábamos para un experimento Skype, cuando entró mi ex-jefe por la puerta de mi ex-oficina a toda velocidad. Y me dijo solemnemente: Estimado A. no puedo renovarte el contrato porque no tengo dinero para pagarte. Puedes coger vacaciones ahora mismo y a partir del 2 de septiembre rescindimos el contrato. Así que en un intento de naturalidad a los dos días siguientes nos disfrazamos de turistas mi novia, mi niña, y yo, y tomamos el coche rumbo al Oeste de España, exactamente, además, para conocer el Fin de la Tierra «Finisterre», como si viniese a cuento.

El día antes, fuimos a la Expo de Zaragoza. Bella arquitectura. Bellos espectáculos. Pabellones 10, con colas de más de hora y algo (por ejemplo, para ver el Pabellón de Alemania hay que hacer más de 5 horas de cola), que no visité. Pabellones de calidad entre 2 y 5, sin colas, que sí visité, entre ellos el de Cuba, con una presentación de su stand acorde al período especial, «bar, tabaco, y ron» parafraseando a Los Orishas. Mucha foto ampliada de playas y pájaros, y una bombilla de bajo consumo como Sol.

El día post-expo, atizamos al coche rumbo a la costa norte de España hasta un pueblo que se llama Santtoña, hicimos playa y noche. Al día siguiente hasta Cudillero, hicimos fotos y noche. Un pueblo lindísimo, que por calles tiene escaleras, porque las casas del pueblo están en las paredes de la montaña, y a los pies de esta, vive el puerto, los botes, los pescadores, y las gaviotas. Hay tantas gaviotas que sobran en las fotos y en el video que grabé, porque no todo en el mundo es ¡clic!

Al día siguiente, directo a Finisterre, pasando por varios pueblos como Luarca, donde un cementerio antiguo y bello se codea con las gaviotas y con el mar. Puedo contar que en el fin del mundo hay un faro, y esto no es metáfora, es real. Como si la vida te dijése que no todo está perdido. También hay acantilados, y una visión panorámica del horizonte curvo del océano pacífico que te hace pensar en algún defecto de tus espejuelos. Tuvimos suerte, e hicimos noche, y playa también.

Al siguiente día, continuamos la costa. Mar, costa, acantilado, pueblos, costas, curvas infinitas, bosques, mar, curvas, pueblos, hasta Sanxexo. Playa y noche. Y en el mismo pack, cena a 10 kilómetros en un restaurante que entre otras cosas nos sirvió sopa instantánea subida de sal, y 4 navajas, literalmente. Por lo que se cumple el axioma de que «no todo es buen marisco lo que reluce en Galicia».

Cuando amaneció, bajamos por toda la costa hasta parar en Combarro, pueblo santuario de los Hórreos (estancias de metro y medio cuadrado sobre pilotes y cruz en el techo que se utilizaba para almacenar, a buen recaudo, los alimentos y víveres). Luego, llegamos al límite mismo de España y Portugal, donde el río Miño es la frontera.
En adelante, empezaríamos el regreso a casa. Pasamos noche en Ponferrada, bonita ciudad que tiene un castillo medieval igual que los castillos de los libros de cuentos infantiles. Y al día siguiente, hicimos el tirón hasta Zaragoza, pero parando en León, que tiene una Catedral hermosa, y parando en Burgos, que también tiene otra Catedral impresionante, además de unas morcillas típicas que también impresionan.
En total la Odisea duró 7 días, y recorrimos 2400 kilómetros exactamente.
Creo, sinceramente, que España es un país perfecto, tiene todo lo que hay que tener para que la vida sea disfrutada. Sólo se necesita tener salud y empleo.

La segunda parte de las vacaciones las pasé en Agüero con la familia. Pueblo de Huesca, Aragón, tranquilo, muy tranquilo, y aparentemente lejos del mundo. Tanto, que la conexión Wifi existente es lenta como un caracol, y temerosa como un caracol. Cualquier cosa puede hacer que la conexión se cuelgue y puede suceder que en días la babosa no saqué los ojos de su escondite. Por lo que las noticias sólo vienen por la tele, a tiempo. Los periódicos llegan un día después de su edición. A pesar de todo, Agüero tiene el encanto de la calma, el sosiego, el reposo.

Al llegar a Zaragoza, después de 10 días haciendo yoga o autoconstrucción, resulta que mi modem router se había estropeado. No tenía internet. Entonces empezó la segunda Odisea para reponer la conexión con mi proveedor Orange. Llama que te llama al número que ellos saben que no es gratis, hacen pruebas, te preguntan lo que ellos ya saben que saben, nombre, dni, datos, porqué, cúando, cómo, y al final, nada, llama otra vez otro día y vuelve a empezar. Hasta el día de hoy en que me he comprado un modem router con cáracter de devolución mientras llega el tan prometido kit de instalación de Orange.

Queridos lectores, amigos bloguers, he desaparecido por estas peripecias que les he contado. Espero que para el futuro inmediato no me ocurra nada mágico como el contenido de este post, excepto vacacionar, que siempre se ha de agradecer. También espero que el empleo llegue antes de que Santa Claus lo traiga en su bolsa, si es que se acuerda.

Un abrazo bloguero a todos¡

ACRey

U like it?