La naturaleza es sabia, sorprendente, y azarosa. La vida en sí misma como concepto es un reflejo de las interacciones de la gente. Si no sucede nada, no hay vida. Si no vives en primera persona hechos sorprendentes, no hay vida, y aunque leas sobre ello o alguien te cuente, quizás termines por creer que en realidad nunca sucedió.
La naturaleza brinda estos puntos de vistas predefiniendo genes, activando o desactivando mecanismos en el organismo que sin ser conscientes conforman lo que hacemos y decimos, lo queramos o no. De todo el ADN sólo se sabe lo que pasa en un 30%, y el resto es una caja de sorpresas dónde cabe todo lo que ni siquiera hoy se comprende. ¿Qué decir de aquellas cosas que también hoy suceden pero nuestros antepasados en su ignorancia lógica no comprendieron, y por tanto, atacaron estigmatizando y excluyendo?
Pero no hay que ir muy lejos en el tiempo. Hoy Rusia es la fortaleza antihomosexual por excelencia, el país de los hombres-hombres cabales a imagen y semejanza del superhéroe Putin: «hombre-macho-macho desde los nucleótidos de su ADN hasta la uña del pie». O en Cuba en los años 60 cuando se crearon «granjas de reeducación» para curar a los homosexuales, gay, lesbianas y otros seres de leyenda.
Transhabana Zaragoza
Insisto en sinónimos y términos afines para que no quepa duda. La sexualidad y la condición de género tal como la conocemos es sólo una arista del ser humano. Y si es una arista pertenece al cubo, por mucho que el poder o quiénes «normalizan» conductas a través de leyes se empeñan en hacer valer lo contrario, por más que la ignorancia y la idiotez soslayada hagan por evitar la verdad.
Una persona muy querida y cercana ha nacido con un cerebro espléndido y femenino dentro de una vasija física masculina. Esto es un hecho incontestable. Desde que dicha persona habló e interactuó con el mundo, era manifiestamente una niña. Colores rosa, vestidos, roles profesionales de niña, y un ademán de maneras y tonos de voz propias de las mujeres más niñas, o viceversa.
Cuando vives de cerca tal naturaleza, tal plenitud y autenticidad, sólo cabe pensar que la condición hombre-mujer es una concepción dual psicológica y física. Somos por fuera lo que vemos, pero por dentro somos como nos sentimos. Y aún hay más, cuando la sociedad quiere que seamos como nos imaginan. Esto último válido también para opiniones políticas o de otra índole.
Ella, por él, crece como todos los niños, pasando por las mismas etapas que todos pasamos alguna vez, infancia, preadolescencia, adolescencia, y rápidamente en el futuro próximo adultez. Y nos queda como seres humanos que somos darle la máxima comprensión y apoyo que le permitan vencer los obstáculos que gente como Putin siembran como minas. También a su familia y en especial a su Madre, quién educa exquisitamente, elevando el concepto de «autoestima» hasta nuevos horizontes.
La transexualidad existe desde el útero, en esa maquinaria orgánica «Naturaleza» que produce niños y niñas de forma mayoritaria, como garantizando la evolución de la especie bajo un prisma puro evolutivo. Pero en ocasiones se divierte concibiendo niños y niñas transexuales, gays o lesbianas, como advirtiendo que el ser humano es rico y diverso, amplio y variado. Como igual nacen albinos, pelirrojos, gemelos, trillizos, autistas, y otras personas con enfermedades raras o Down.
Todos somos Naturaleza azarosa, iguales ante las mismas oportunidades, y merecemos la circunstancia de existir. Todos somos hijos de la rocambolesca historia del ADN, química del rompecabezas de la vida, y no somos nadie para juzgar.

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