Foto: A.C.Rey. (Almendro en flor – Pueblo de Alquezar, Aragón)

Llegó la primera vez. El comienzo. La primavera de fe en la flor de los almendros. Los pájaros que pían. Las mariposas que erráticas mueren, por polen y por otros puntos de colores afines a la descomposición de la luz. Los otros grupos de pájaros que memorizan uves en el cielo.  La piedra de casa de pueblo que recibe a su hiedra con sus pequeñas hojas verde-amarillo, trepando. El calor que sube grados como si los termómetros fuesen escaleras. Es la primera vez del año. Quizás la única en que todo comienza.

Y con la primavera, la alergia que ciega de rojo y envilece la mirada. El pánico de ambiente, el miedo a la nariz que huele aire polinizado, no así politizado que igual proclive a la alergia es. La esterilidad como una burbuja de oxígeno. No ver. No respirar. Los colirios y el sueño, los mejores amigos de un humano que se siente como insecto.

Pero la primavera llega… Mas tarde se va.

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