Jorge Masetti nació en 1955, Argentina. En 1964 muere su padre Ricardo Masetti al frente de una columna guerrillera en Argentina, amigo del Che, y fundador de Prensa Latina.

En 1974 se inicia como espía en Latinoamérica, que prosigue hasta el caso del General Arnaldo Ochoa. Proceso que se realiza sin garantías para los acusados, ante el temor de que Estados Unidos revelara pruebas de la implicación de Cuba en el tráfico internacional de droga y marfil.

Jorge no solo era amigo y empleado de Tony de la Guardia sino también familia ya que se casó con la hija de Tony, Ileana de la Guardia. En 1990 se exilia en Francia, donde publica este libro en 1993.

Después del juicio a Ochoa y Tony de la Guardia, Ileana (su hija) y Jorge Masetti tuvieron problemas para salir del país porque el gobierno cubano les negaba la salida. Bajo intimidación de hacer del problema un escándalo público e internacional logran salir a México, pero allí son retenidos por las autoridades (indirectamente) para que pudiesen abandonar y viajar a España. La seguridad mexicana cumplía instrucciones de la seguridad cubana para que ellos no abandonasen México.

Se instalaron en Sevilla en casa de la directora del instituto francés Elizabeth Burgos, hasta que un día el diario “El País” publica una noticia sobre un espía cubano que vive en Sevilla.  Cabe preguntarse, ¿cómo supo el diario de la existencia de Jorge en Sevilla? Parece a simple vista una filtración de la seguridad del estado cubano para hacer la vida difícil a Masetti e Ileana. Descubiertos, se fueron a Francia.

En algún momento de su vida Masetti reflexiona cómo, dónde y porqué se pierden los nobles objetivos de luchar, hacer una revolución para eliminar las injusticias, obtener la libertad real de los hombres. Así dice: La causa se va alejando de sus orígenes y se aparta de sus objetivos. Mantener el poder del monarca se convierte en un fin en sí.

A lo largo de todo el libro, Masetti pone ejemplos diversos de cómo el poder, la posibilidad de disponer de recursos, crea una capa social equivalente a la burguesía, justo lo contrario por lo cual se comenzó la revolución. Así cuenta que los domingos en 1965 el ICAIC proyectaba películas a los niños de los dirigentes. Visitó y participó en numerosas fiestas, casas con piscinas y recursos notables para una vida cómoda, disfrutaba de excelente alimentación, dinero bastante para satisfacer los más impensables caprichos. La contrapartida, una exigencia permanente del gobierno al pueblo de altruismo, sacrificio, y de confianza en los valores de la revolución.

Cada operación de espionaje enfocado al reclutamiento de latinoamericanos, a provocar atentados, asesinatos, llevaba implícito una buena suma de dinero para gastos de hoteles, compra de papeles, sobornos.  Por lo que este libro es la prueba definitiva de que si el gobierno cubano no hubiese invertido millones de dólares en hacer guerras que nada tenían que ver con el enfrentamiento a Estados Unidos, entonces quizás hoy Cuba estaría mejor económicamente.

Algo revelador y sin dudas de bajísima catadura moral por parte del gobierno cubano es el sistema de reclutamiento de sus espías. Masetti dice: Según ellos, existen tres criterios de selección de espías, 1-político-ideológico, 2-económico, 3-compromiso. Este último trata de puro chantaje confidencial o personal para obligar a alguien a colaborar. Para ello recreaban o provocaban situaciones comprometedoras  para que la persona en cuestión se viese obligado a trabajar para la seguridad del estado cubano. Que Cuba utilice estos métodos no se puede entender ni justificar  ya que públicamente se erige en guardián de los valores morales del mundo, como oposición –desde su punto de vista- a todo el mal que representa el capitalismo.

Al final de los años 70, cuando triunfa la revolución sandinista en Nicaragua –revolución que se financió con aporte de guerrilleros latinoamericanos preparados en Cuba- Masetti estaba eufórico. Pero años más tarde piensa en ello y se dice: No imaginé entonces que algún día conocería la frustración del exilio, la cárcel y el asesinato de compañeros, víctimas del poder cubano, donde ser joven y pensar es también un pecado.

Fernando Ravelo, ex-embajador de Cuba en Colombia, era muy amigo del narcotraficante Jaime Guillot Lara. A este personaje Cuba le debía favores por tráfico de armas cuando la guerra de Nicaragua. Masetti se entera de esto en un conflicto que tuvo con un ex-funcionario cubano en la embajada de México, porque aquel se fue de la lengua.

Al principio de los ochenta, Cuba prestó especial atención al tráfico de dinero y armas para cometer atracos en bancos y joyerías, por ejemplo en México, por lo que hubo muchísimo dinero que se iba depositando en cuentas secretas.

Ya en 1989, cuando se desata el caso Ochoa, donde también caen Patricio y Tony de la Guardia, Masetti hace una reflexión curiosa. Antes las preguntas lógicas que los familiares preguntan a las autoridades como qué pasa con los condenados, de qué se les acusa, le responden que confíe en la revolución. Entonces, cae en la observación de que la Revolución era Fidel, y si el comandante hace algo por algo será. Esta idea incuestionable que traza cualquier movimiento dentro del gobierno cubano ha sido siempre el peor mal de todos los posibles, confiar en un solo hombre el destino de 11 millones de cubanos, sin posibilidad alguna de crítica, aunque fuese crítica benigna para salvar la revolución.

Esto es un brevísimo resumen de un libro de 300 páginas. Libro que exhorto a cada cubano a leer, porque se trata de una visión muy objetiva de un hombre que, navegando en las aguas del poder y la clandestinidad, creía en los valores nobles de la Revolución, pero que se sintió traicionado, así como traicionado se han sentido generaciones enteras de cubanos. 

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