Leo a menudo que alguien llora. Escucho lágrimas de narradores y poetas por toda la red. Como si con sólo decir lágrima, llanto, se infligiera dolor o pena. Como si fuera suficiente una sola gota amarga para sensibilizar a la gente y lloren, quizás, como hizo siempre el público de las novelas de Corín Tellado.
Me atrevo a dar un consejo. Si quieres que la gente llore, con naturalidad, cuéntales una historia bien contada. No tiene porqué ser verdadera. Basta con que cada palabra sea franca. Hoy por hoy, o por todos los tiempos, decir solamente lágrima no conmueve.
Cuéntales, por ejemplo, cómo hay amores que verdaderamente matan, celos que apuñalan, gritos mudos que cuestionan el civismo de alguna población, hijos que observan o que son usados como moneda de cambio o que desaparecen cuando van a recoger caracoles. Cuenta que hay libertades encarceladas, países enteros usados como experimentos, dirigentes que no merecen ni una lágrima, cárceles donde los barrotes están en la mente, períodicos que a la hora de la imprenta la tinta es de limón. En fin… observa a tu alrededor.
Hay más cosas que puedes contar. Pero con estas pocas es suficiente para comenzar a llorar.
ACRey.

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