Fuente de foto: Blog Juglar

Hace ya un tiempo me llegó por carta tradicional una invitación a participar en una charla en un hotel a cambio de una “fantástica” videocámara. ¡Todo gratis!

Al principio, sabiendo de antemano que en este mundo no existe nada gratis, me dije que no asistiría a tal hotel, uno de los mejores de Zaragoza, 5 estrellas.  Pero todavía no sé porqué mi pareja y yo asistimos a la charla, supongo por lo fácil de conseguir regalado una “fantástica” cámara que tomaba video y fotos como quien se toma un vaso de agua. Y así empezó todo.

Nos sentaron en una “cómoda” silla en una “agradable” estancia del hotel  5 estrellas, detrás de una simple mesa que tenía al otro lado otra “cómoda” silla, para el joven de traje y corbata que nos aburriría hasta el infinito durante las próximas dos horas.  Y nos brindaron agua.

Éramos 10 ó 15 parejas. Aquello parecía una convención, y nosotros los empresarios susceptibles de ser comprados o a punto de llegar a algún acuerdo para un gran negocio.

Sin que nos hallásemos percatado, en 15 minutos, ya estábamos hablando de la posibilidad de comprar 15 días de vacaciones, no en lugar de la Mancha, que hubiese sido bonito, sino en Denia, un lugar saturado de edificios y piscinas cerca de Valencia.

Luego de una primera presentación donde exhiben a la empresa como la mejor, que es líder, “magnífica”, rentable, “sólida”, pasan a la siguiente fase que es tantear a la pareja por la posibilidad real de que se llegue a comprar lo que venden.

Dicha “magnífica” empresa vendía algo que todavía no comprendo bien, o sí, pero que me cuesta creer que exista gente que compre eso.

Se trataba de comprar pisos (apartamentos playeros) allí en Denia-Valencia, pero compartido para que “teóricamente” saliesen más barato a las tontas familias que estábamos allí, aguantando, al menos nosotros. Es decir, dos o tres o cuatro o más familias compran un piso (un espacio de tiempo en realidad) para repartir su uso en todo un año, y así vacacionar cuando esté previsto. ¿Y si coinciden dos familias en el mismo tiempo?, preguntamos. Para esto el joven dijo, siempre muy educado –casi psicológicamente amigo de toda la vida- que existían permutaciones de tiempo, bonos de uso, y no sé cuantas historias más previstas, que daba para más de 4 horas de conversación.

La técnica consiste en hablar tanta sandez “bonita” que llega un momento en que se nubla la mente, la razón, la lógica, la inteligencia, y es probable que al término de más de dos horas la gente firme insitu aquella patraña estudiada al detalle. Tal es la presión que dicha empresa exhorta a firmar allí mismo el contrato de aquellas vacaciones espacio-temporal compartida. ¡Tremendo engendro!

Después de 2 horas empiezan a sonar botellas de champán como símbolo inequívoco de un negocio cerrado. Pero no ves la supuesta alegría de nadie directamente porque todas las parejas están sentadas de espaldas a todas. Luego, leí en foros de internet que algunas parejas son gente de la misma empresa y que ellos mismos se abren las botellas para provocar la venta por inducción. No lo sé a ciencia cierta, pero resulta muy lógico dado el nivel de desgaste psicológico en un tiempo de más de dos horas hablando sin parar.

Al final, la “fantástica” videocámara tenía pinta de haber sido comprada en un mercadillo chino. No tengo nada en contra de los chinos, pero está claro que la calidad y la seriedad de sus artículos no es su fuerte. Así que ahora mi niña juega con su videocámara, y ni eso. Es un juguete más, un bulto más que anda de estante en estante.

¿Y por qué cuento esto hoy después que ha pasado más de un año del incidente estúpido-comercial?

Pues porque acabo de decir que NO a una oferta de trabajo donde hacía un poco el papel del joven atado con una corbata.

El trabajo consistía en entrar en casa de alguien (preferiblemente mayor de 50 años), previamente dispuesta a comprar una almohada con propiedades mágicas curativas vendida por teléfono, como empleado de Atención al Cliente.

Luego ya dentro del organismo, virar la tortilla, y provocarle la compra de unas “estupendas” colecciones enciclopédicas sobre todo lo enciclopeable. Y de regalo –cómo no-  tres artículos “fantásticos”, “cómodos”, “genuinos”, “maravillosos”, y que Usted verá que bien le irá en la vida.

Definitivamente, no sirvo para engañar a la gente, y menos para ganarme mi propia vida a costa de la edad senil de otros.

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