Escenario A
Fui al supermercado a comprar yucas, en el Carrefour del Actur. A 1.35€ el kilo. Buen precio si tenemos en cuenta que lo normal es encontrarla a casi 2€. Me pongo a seleccionarla cuando viene una señora muy mayor, desarreglada, con espejuelos de cristal tipo lupa. ¿Me puede usted alcanzar aquellos plátanos? La señora no alcanzaba a coger los plátanos de Canaria ubicados un cajón más arriba. Le alcancé una mano de la fruta. Sigo con mi selección de yucas. Vienen enceradas pero no muchos compran y se van pudriendo. ¿Me puede alcanzar otros? Y me devuelve la mano de plátanos que le dí antes. Le doy otra. Esta no, aquella, me dice. Dejo de apretar las yucas buscando las que estuvieran enteras, duras, no flojas. O cojo algunas rápido. Y le digo a la señora que yo no trabajo aquí, que busque a alguien de la tienda.
Escenario B
En la cola de la caja de Máximo 10 artículos me pongo pensando en la rapidez de pagar mi yuca e irme corriendo. Con tan mala suerte que perdí más de 20 minutos porque atraparon a uno en la caja, justo al pagar. El hombre hacia piruetas con un abrigo y se lo quería llevar sin abonar el costo de producción y el benificio de la tienda. Sin pagar, vamos. Primero llegó una chica que se mueve en patines por toda la tienda -creo que para llegar rápido- y luego los guardias de seguridad de la tienda. Entre todos se llevaron al hombre joven con una tranquilidad asombrosa, como si él mismo supiese de la pata que cojeaba.

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