Fuente de foto: Baracutey Cubano
Ya sabía que existen en España lugares para ofrecer comida gratuita a los que necesitan comida gratuita. Esos mismos. Los homeless, los sincasa. Hoy hay que sumar a los unemployed, a los sinempleo.
Así vi tremenda cola en un centro de esos de comida brindada, ayer que hacía sol, calor, y ya el invierno comienza su retirada. La cola llena de gente, como no puede ser de otra manera dado que no son perros los que se apiñan, se extendía 60 metros. Finalmente llegó la policía para imponer justicia en el orden de los platos, uno a uno.
En Cuba existen colas de centenares de metros por las cosas más insignificantes e inimaginables. El tiempo allá es un chicle. Y cuando entras en la masa elástica que nada huele a fresa ni a menta, lo mismo importa un minuto que un día entero para la adquisición de una simple jaba (bolsa), como cuenta Hilda Molina en uno de sus últimos posts.
Pero aquí, en España, no es común ver colas más allá del cuarto de hora. Tampoco ver a gente de rostro rígido bajo un abrigo protector que cuesta alrededor de 250 euros. Basta mirar por arriba, más bien, mirar de frente a la gente de la cola del hambre y descubrir que el nivel de la ropa con clase ha aumentado.
La verdadera crisis la tienen en el cerebro los que deciden a quién prestar, qué prestar, a quién despedir, a quién contratar. O sea, rentabilidad. Ya el Estado y la Caridad, darán de comer.

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