Fuente de foto: Juegos

Lamento que el relato a continuación parezca un “te cuento mi vida”, cosa que a mí no me interesa en absoluto, pero pienso que vale la pena que el resto de la gente conozca hasta qué punto el miedo cala en la sociedad cubana. O lo que es lo mismo, denunciar una vez más aquellos mecanismos que hacen de Cuba un país no sumergido sino ahogado en el peor espectáculo de horror, donde la libertad o la capacidad de las personas de asumirse a sí mismas como son/sean/piensen, dista muchísimo de lo que el propio Gobierno se esfuerza en demostrar.

El hecho es el siguiente:
Con el caso “Boring Home” de Orlando Luis, envié un correo advirtiendo de esto y de las intimidaciones explícitas que recibió la madre de Orlando y él mismo, a todas las direcciones de mi buzón, y claro, a mis padres también.
Más tarde hablé con ellos por otro motivo, y cuál sería mi sorpresa que se transformó en enfado, cuando mi padre me advierte que no me meta en líos/problemas, y que mi madre cuando leyó el correo sufrió aumento de la presión hasta 160. Casi, casi, que sintió pavor, temió por mí, y estuvo a un paso de dar otro paso hacia el lado de los no vivos.

Conclusiones:
Llevo días pensando en esto. Ha sido como si me hubiesen hecho trampa en un juego de ajedrez. Y busco respuestas. Sé las respuestas. Pero busco algo más, no las simples respuestas que todos sabemos acerca del gobierno cubano y su política senil autoritaria. Y también, me hago muchísimas preguntas.

¿Cómo se puede llegar a tal nivel de autodestrucción familiar? ¿Cómo es posible que innumerables hijos se autoescindan de sus padres a riesgo de provocarles un infarto? ¿Por qué? ¿Por qué han hecho creer a la sociedad cubana que la revolución está por encima de las familias, de los seres humanos independientes? Hecho cierto. ¡Qué grosera deidad! ¡Qué mierda de país somos que la mayoría de las familias están rotas por todos lados, como barco hundible! ¡Qué terror!

Que un hijo quiera ser una buena persona o cuando menos ser fiel a sí mismo no es motivo de orgullo sino de enfermedad crónica de presión o infarto. Hasta que también aparece el parlamento del Estado en boca de todos aquellos que se autoreprimen a sí mismos, y ya logrado, intentarlo con sus allegados. Como asistir a un club privado de dimensión nacional. El control férreo que cada persona inconscientemente (al menos) ejerce por miedo espasmódico en su radio más cercano.

Esto; apenas puede ser la explicación a toda la gente que se pregunta: ¿por qué no hay una revuelta en Cuba? Pues porque existe miedo total e infundado en cada persona que habita la isla. Porque la gente comenta, rumora, las condiciones conocidas de aquellos que se oponen al gobierno. Porque no existe la mínima oportunidad de llevar la contraria, si antes tu propia madre no amenaza sin querer con una desaparición por tu culpa. La intransigente culpa de querer cambiar las cosas allá, querer ser uno mismo, pensar lo que a uno venga en gana.

Además, ¿cuántos padres no habrán dejado de ser padres, mediante paro de órgano vital, cuando algún hijo ha provocado un disgusto equivalente a la libertad de pensamiento? ¿Cuántas familias existirán deshojadas y mustias de vida? ¿Cuántas, de verdad, creen en el monstruo?

Si hay algo espantoso, es saber de antemano que las familias de un estado tienden a autoprotegerse temiendo, coartándose, limitándose en su vida diaria por miedo paralizante al ente, a la policía, a los agentes de seguridad camuflados de cualquier cosa menos de espías.

Y me pregunto. ¿Están ciegos los que apoyan al Gobierno cubano?, ¿no tienen familias? ¿Pensarán de veras que los que denuncian o alzan su voz quieren un caos político en Cuba? ¡Qué manía histérica histórica de poner cartelitos simplones a los que piensan diferente a un gobierno¡ ¡Qué hipocresía!

Por otro lado, es patente patética la debilidad del sistema socialista cubano cuando, para mantenerse de pie sobre fino cristal, tiene que mortificar a sus habitantes con burdas prohibiciones, inyectando el miedo como opio a través de su visión apocalíptica del resto del mundo, a través de “castigo y sumisión” que sólo ayudan a probar las teorías psicológicas del fantástico libro, El Animal Social, Elliot Aronson.

Y aquí están los resultados. Aquí está el fruto abominable de tronchar familias como pescado. La labor bien hecha por más de medio siglo. Quien no necesita hacer mucho más para controlar a la gente y manejarlas cual títeres. ¿Para qué? Ya las mismas familias, la mayoría de ellas, se culpan, censuran, retienen, controlan, sesgan, mienten, temen, todo ello, automáticamente.

ACRey.

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