Se trata entonces de hacer leña de la puerta caída, que al menos significa un símbolo de mi incapacidad para cerrarla, abrirla, y acaso hasta para hacer una hoguera.
Se trata de que no trato conmigo mismo, ni con lo que espero ser de algo, ni con lo que he sido. Sino de los silbidos, los cánticos, los abucheos implícitos a algo tan mediocre como esto que escribo. Pero aquí estoy. Combatiendo. Peleando con algo tan inverosímil como un montón de bits en blanco.
Y al final, si es que hay final o porque la lógica prevista indica o predispone que siempre hay final, tal vez no suceda nada. Es así de simple.
Quedará una ambigüedad blanca tal que no se podrá curar, ni espantar, ni asir, ni colorear, ni terminar…