Fuente de foto: El voto oculto

Me gustaría desprenderme de toda retórica y llegar al pragmatismo absoluto de la idea que quiero transmitir. Porque, al fin y al cabo, todo texto, todo discurso, tiene una o varias ideas que transmitir.

Y una gran –diabólica- virtud del Estado cubano es esa, unir la conciencia de millones de personas en torno a una idea, no ya transmitida, sino inyectada, clavada, taladrada, en la vida mortal de los cubanos. ¿Y cómo es posible eso? ¿Cómo es posible que personas de más de 60 años (por ejemplo) «crean» en la benevolencia del Estado cubano?

Sobre los más jóvenes, los que han nacido dentro de la burbuja, sería comprensible y lógico que no tuviesen otro punto de vista (objetivo) excepto aquel al que tienen acceso. Sin embargo, son los más visionarios.

Un anillo para dominarlos a todos, dijo J. R. R. Tolkien. Un discurso populista, cercano a la gente, afable, lúcido, con un enemigo estático, inmutable, perenne, dijo Fidel. Un enemigo cotidiano que acecha en cada rincón, como obra de teatro que necesita al personaje negativo para afianzar la idea positiva. Absolutamente un único discurso en cada vena cubana, para dominarlos a todos, dijo Fidel.

Háganse esta pregunta: Si la Radio, la Televisión, la Prensa Escrita, la literatura, las Canciones, los Grafittis del Estado, si Internet está superfiltrado, si todo en Cuba de forma institucional cuenta «la misma Versión de los Hechos», ¿dónde está el sitio, el lugar, de los cubanos que ya han nacido en ese País y tienen otra «Versión de los Hechos»?

Y también esta otra: ¿Es tan humanamente perfecto el discurso de Fidel y del Estado, que puede avalar cualquier acto de exclusión al prójimo, cualquier muerte, cualquier prisión, para creer y justificar ciegamente en tan humano discurso?

O estas: ¿Por qué se habría de justificar todo acto de quién se ha erigido a sí mismo como salvador de los cubanos? ¿Hasta qué punto los males del Sistema Capitalista satisfacen al «ojo por ojo y diente por diente» del Estado cubano, hasta el punto, precisamente, de sacrificar familias enteras, de obligar a quien haya despertado de la pesadilla a vivir en otra parte, o en una cárcel, o morir para siempre en el mar?

Pero en Cuba nunca nada es suficiente.

La imagen superlativa del miedo a represalias, a vivir en peores circunstancias de las que ya vive un cubano, es callar. Así pues la gente anda calladamente, aceptando, afirmando, haciendo como que aplauden, haciendo como que comen y como que son felices.

Mejor mostrar un humor alegre y benigno antes que opinar o leer un libro clandestino. Mejor sonreír que observar con lupa las caries del sistema. Mejor sobrevivir que levantar un dedo para «solicitar» vivir dignamente. Mejor robarle al Estado que «comprender» que el Estado roba a los cubanos.

Entiendo que es algo increíble de asimilar, pero esto ocurre todos los días en Cuba.

El miedo es tal que la gente ve fantasmas uniformados ante las puertas de sus casas. La presión ideológica es tal que aún teniendo algunas gentes la posibilidad de leer otras cosas, vivir otros mundos, se aferran a que sólo existe Cuba y el mundo exterior, aunque lo vivan, es mentira.

Bien podría acuñar para Cuba “El mundo alucinante”, “La Tierra prometida”, “La casa de los pavores”. Pero tan solo es, el Estado cubano.

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