Los días ahora saben a oficina, a PC, a soniditos huecos del teclado. Huele a orden y a desorden. Huele a papeles técnicos encima de una mesa, y a papeles digitales dentro de una pantalla. Los días ahora son días sin tiempo, sin sol, con sol blanco y alargado encima de cada cabeza. Cada hora se pierde en el abismo del cumplimiento y la responsabilidad, se consume, se fuma por sí misma. Huele también a café de máquina automática, a cucharilla de plástico, a moneda que cae por las tripas de un armario eléctrico, y semi-inteligente.  Ahora no hay marcha atrás, ni se necesita. Ahora la prisa, el veloz suceder de los minutos iguales a todos los minutos.

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