Fuente de foto: elmundo.es
Desde luego, hay iconos que cuando desaparecen crean la ilusión de no ser ciertos, o cierto el hecho de que todo es mortal. O que uno piensa que van a estar toda la vida, por esas cosas que todos sufrimos y añoramos, como que alguien ha estado ahí siempre, o que se necesita de ese “algo” para tener una referencia personal, o temporal. Hablo, como no podía ser de otra música, de Michael Jackson.
Lejos de la importancia real si el hombre quiso ser blanco o negro, o sufrió en vida por ser negro y blanco, la mayor virtud de Michael -en mi opinión- fue su constancia, su voluntad mancomunada de cambiarse a sí mismo cueste lo que le costó. Así como otros luchan por sus principios, sus ideas, o por decididamente autocalificarse gays, o verdes, o por fieles defensores de la religión de turno.
La gente en general aprecia sobremanera la fuerza de algunas personas para lograr sus objetivos. Cierto también que unos nacen con el Don mágico que todo lo facilita, otros nacen con una baguette bajo el brazo, y otros simplemente tienen suerte – cosa que no existe.
Es decir, cogemos los tres párrafos anteriores, lo metemos en una coctelera, y nace un alquimista de la música como Michael Jackson.
Siento verdadera pena por tamaña ausencia, aun no siendo fan, apenas logrando alguna conexión con sus guantes blancos, o sus rarezas negras que ralentizaron su luz.
Lejos de su cara White quedará su música Black.
Él, al final, lo quiso así.

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