Hace poco subí a una de las torres del Pilar, la Basílica. Y desde allí Zaragoza se ve así.
Esa torre, la única de las cuatro, tiene un ascensor, y como Cuba en los edificios altos, un abuelo ascensorista. Este señor cobra por un viaje vertical. Nada es gratis. Disfrutar una ciudad desde el aire tiene su precio.




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