La primera vez que monté en avión fue cuando salí de Cuba por primera vez – suena redundante. Sin embargo, no hay otra forma de decir que «las primeras veces» son primeras veces.
Sentí mucho miedo. Pero porque sabía que no regresaría y que no tenía en ese momento un lugar en el mundo para vivir. O al menos, antes de cruzar en balsa el mar que separa Cuba de Estados Unidos, preferí buscarme la vida en otros lados. Claro que, después de todo, tuve la circustancia necesaria para optar a seguir viviendo.
No así los pasajeros del avión desaparecido. Qué duda cabe de que no han tenido opción de seguir viviendo. Y que, saturados nosotros de películas de Hollywood, podemos imaginar fácilmente las terribles cosas que debieron vivir, justo antes de dejar de hacerlo.
Una pena. También las miserias, el hambre, y las persecusiones políticas, que matan a otros en cualquier parte del mundo. Tan comunes, que pocos se escandalizan por ello.

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